RAFAEL CABRERA

"Que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero".

Hace sólo unos meses te dije: "Rafael, el próximo curso, volvemos a ser compañeros". "Me parece perfecto -me contestaste-, tenemos muchas cosas que compartir y muchas alegrías que llevarnos juntos".

No ha podido ser. Aquel jueves fatídico, en el que para ti, "temprano madrugó la madrugada", charlábamos, como tantas veces y yo escuchaba con atención tu voz alegre que me decía: "Vive la vida Fernando, no te la compliques, escucha los pajarillos, ve al cine, pasea por el campo, toma manzanilla... No vale la pena llenarla de cosas que no te dan la felicidad, porque es muy corta y sólo hay una". No conozco a nadie que amara la vida como tú. Pienso que fueron tus enormes ansias por vivir, las que ahogaron a tu corazón (quizá lo único débil en tu fuerte equipaje).

Ese jueves cruel, en que la muerte te miró cara a cara los ojos, se quedaron sin tu mano protectora tu familia, tu huerta, tu escuela, tus amigos... No puedo pensar que ya no verás la amanecida, el pájaro, el azahar; que no sonreirás nunca ni llegará hasta ti el perfume de la tierra mojada, la tierra que tanto amabas y que ahora te acuna...

Me niego a decirte manidas frases, a rogar por tu descanso eterno...Era lo que menos deseabas en este momento. Tenías tantas ilusiones, tantos proyectos que ya tocabas con la yema de los dedos...Sólo puedo expresarte mi dolor y mi frustración porque tu voz ya no resuene en el mundo y mi certeza de lo mucho que voy a echarte de menos. No es justo, Rafael. Esto no es nada justo...